Mostrando entradas con la etiqueta Gimnasios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Gimnasios. Mostrar todas las entradas

27 mayo, 2012

Suplicios.-

Es cosa sabida por común de mortales cómo antaño era asaz acostumbrado emplear expeditivos métodos para hacer confesar crímenes y fechorías a delincuentes y facinerosos, abundando burdas maneras o refinadas formas con las que, a fuerza de dolor y quebranto, conseguir confesión del reo. Estremecidos, aún recordamos algún relato estremecedor sobre crueles e inhumanos sucedidos en Cárcel Real o en subterráneos de Castillo de San Jorge, de infeliz memoria.


Usábanse potros, sogas, carruchas, y demás útiles con que astillar huesos, descoyuntar miembros y quebrar articulaciones, haciendo sufrir tremendos padecimientos a quien, culpable o no, cayera en manos de refinados y diestros verdugos poco dados a piedad o compasión.

No faltan aún quienes abogan por retomar aquellos maléficos usos para soltar lengua de recalcitrantes a confesar verdad, incluso quienes, llegando más lejos, propugnan pena máxima (no confundir con balompédico deporte) con objetivo ejemplarizante, y aunque Nuestro Señor azotara a mercaderes del Templo, no vemos en todo lo antedicho sino barbarie, dicho sea de paso y a título de personal opinión.


Mas cuándo aún pensábamos que hogaño habíanse suprimido tormentos y suplicios para delincuentes y malhechores, que en nuestros días habíase prescindido de tales aparatos, hemos comprobado, con desconcertante asombro, cómo son muchos que abonan sus buenos maravedís para padecer sufrimientos (o sufrir padecimientos) en salas repletas de tales máquinas, armadas con contrapesos, carruchas y demás a fin de conservar forma física en menoscabo de extenuantes ejercicios que agotan con su sola contemplación.


Item más, en colmo de abundamiento, hete aquí, afirman, que mantiénese cierto comercio de grilletes, flagelos y demás, en ciertos establecimientos que tengan por seguro jamás hemos hollado con nuestros pies, desconociéndose a ciencia cierta su fin y utilidad, como la de otros extraños artículos que sobrepasan impudicia, pues en duda ponemos que tales utensilios sirvan de provecho a nadie salvo para cuaresmales penitencias lejanas ahora en almanaque. 

Empleando expresión más propia de vulgo que de quien pergeña aquestas letras, preferiremos “latigazos” de otro tipo, sin duda, con buena y competente reunión y si es acompañado de viandas “ad hoc”, miel sobre hojuelas…