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10 agosto, 2011

Bemoles.-



     Si echarnos a las calles de esta ruidosa urbe supone de por sí gran aventura y ventura, no menor gozo supone el comprobar cómo en sus calles el vigor y el aliento corre por ellas pese a las calurosas jornadas que viviendo andamos.



     Transeúntes, paseantes, viajeros, ojeadores, descuideros, despreocupados, pedigüeños, forasteros, todo ellos deambulan con diferente paso en virtud del tiempo del que disponen, contemplando las galas de esta ciudad, sus maravillas y miserias, que cosa notoria es para muchos que estando la nación en franca declinación en sus negocios sólo reste el caminar como remedio contra la desocupación y el hastío.



     Público es cómo en las principales vías y plazas abundan ministriles que con musicales instrumentos jalonan con sus notas las jornadas a cambio de exiguo estipendio, mas habrá que pormenorizar que si en tiempos pretéritos abundaban chirimías, clavicémbalos, vihuelas o sacabuches en manos de los herederos de aquellos ancestrales juglares o troveros, son ahora novísimos útiles los usados para interpretar las más extrañas melodías que, salvo en contadas excepciones, poco parescido han con las ejecutadas o pergeñadas por Peraza, Guerrero, Morales o Correa de Araúxo o Bach, Haendel o Mozart.


     Suele ser gente discreta, de condición diversa y variada nación, sobresaliendo oriundos de la Transilvania o los Cárpatos, apreciándose en ellos no sólo mucha predisposición a la interpretación musical, sino también al uso de instrumentos cuya existencia desconocíamos, especialmente uno a semejanza de clavicordio con fuelle que pórtase en brazos cual infante y del que debe haber numerosa producción y grande número de industrias allá, pues abundan por doquier y me dicen que no sólo en aquesta ciudad sino en otras muchas hasta pasar de legión en número.


     Item más, proliferan quienes ejercitan el noble arte bajo los auspicios de la musa Euterpe valiéndose de laudes o vihuelas, entonando tonadillas o chanzonetas de nación egipcíaca, aunque agora llámanlo flamenco sin comprender nosotros, a fuer de ser sinceros, el por qué de tal nombre si en Flandes, al menos antaño, pocas ganas había de jarana y regocijo como exigen cánticos de este tenor.




    Perviven establecimientos dedicados a la venta de los tales instrumentos, e incluso, por la collación de San Lorenzo, descubrimos taller de Luthier aunque desconocemos si subsiste gremio dello; Visitando cierto comercio de la calle que llamaban de Génova en mi tiempo, pude apreciar extrañas invenciones y no menos vistosas vihuelas; e interrogando a uno de los mozos que allí laboran pude descubrir que o bien son obra del Maligno o su sonido ha de ser cuando menos interesante en grado sumo, habida cuenta que poseen un cordel que conectado a través de complicados mecanismos hace sonar el dicho instrumento por medio de ese milagroso hallazgo de la electricidad.



El tal mozo me habló de nombres de compositores que habían creado ingente obra para dicho instrumento, más ninguno debió ser contemporáneo nuestro y la mayoría era de tierra inglesa o incluso de allende el Atlántico Océano, aparte de la existencia de bandas (que ignoramos si son de malhechores o de gente de paz) que por la Semana Santa acompañan las andas de las cofradías, como en su momento aclaramos.



A modo de corolario, seguiremos con fidelidad a Platón, quien en cierta ocasión afirmó que la Música era para el Alma lo que la Gimnasia para el Cuerpo; de manera que pondremos a ejercitar el espíritu entre acordes y melodías que al menos así, huiremos de la desazón y protegeremos de la molicie el alma nuestra...