07 junio, 2018

De buena fuente.-



Aunque ahora claman sobre manera voces que solicitan más, hemos de decir que en nuestra época, ya lo contamos en oportuno pliego,  abundaban fuentes y surtidores en aquella urbe hispalense. Servían, que duda cabe, para cubrir necesidades elementales de no pocos sevillanos que carecían del suministro de los mal llamados Caños de Carmona (pues ni son caños, sino romano acueducto, ni provienen de tan bella ciudad, sino de Alcalá de los Panaderos o de Guadaira) y que en caso contrario debían recurrir a pozos de agua salobre que finalmente se volvía inmunda, con el consabido perjuicio.

No hace muchas mañanas, dando agradable paseo con magníficas temperaturas junto a nuestro joven aprendiz, descubrimos singular monumento. Acercándonos al mismo, descubrimos inscripción en él que nos aclaró su fecha: 


Intuímos que tal reseña alude a la Exposición Iberoamericana de 1929, aunque más tarde descubrimos en docta publicación que la fuente no había sido sino exigua farola en principio, y que fue erigida en otros lares de la ciudad, próximos a campo de juego verdiblanco, hasta que en 1972 pasó a ocupar su actual emplazamiento, convertida en surtidor, en la Avenida que llaman de Málaga.


Mas si agradablemente sorprendidos quedamos por la bella factura (debida a José Lafita Díaz) de tan airoso ingenio hidráulico, conmovidos hasta extremos inenarrables quedamos igualmente al contemplar otra fuente de minucioso diseño, meritorio dibujo y complicado herraje, esta vez, recientemente ubicada frente a antigua estación de ferrocarril, no lejos de la primera.

Altamente emocionados, hasta con lágrimas en los ojos, admiramos tan tremendo artilugio que sin duda pasará a los anales de la historia por su inconmensurable hermosura y por elevar hechura a cotas inimaginables; juzguen, juzguen vuesas mercedes y convendrán con nosotros, vive Dios, que espanta tamaña grandeza (como dijo aquel):



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